101. Reinan durante el estío las enfermedades primaverales
y además fiebres continuas y ardientes, muchas tercianas y cuartanas, vómitos,
diarreas, oftalmias, dolores de oídos, aftas, úlceras pútridas de los órganos
genitales y sudores.
102. En el otoño dominan, además de algunas enfermedades
propias del estío, las fiebres cuartanas y erráticas, los infartos del hígado,
del bazo, hidropesías, tisis, estrangurias, lienterias, disenterías, ciáticas,
anginas, asmas, vólvulos, epilepsias, insanias y melancolías.,
103. Son frecuentes en el invierno las
pleuresías, perineumonías, letargos, corizas, ronqueras, toses, pleurodinias,
lumbagos, cefalalgias, vértigos y apoplejías.
104. Ved lo que ocurre respecto a las edades: en
la infancia primera suelen padecerse insomnios, terrores, aftas, vómitos,
toses, inflamaciones umbilicales y otorreas.
105. Cuando llega la época de la dentición, sobreviene
prurito e hinchazón de las encías, fiebres, convulsiones, diarreas, sobre todo
al romper los colmillos, principalmente si los niños están robustos y padecen
estreñimiento.
106. En edad un poco más avanzada, sobrevienen
las inflamaciones tonsilares, la luxación anterior de la segunda vértebra
cervical, el asma, los cálculos, las lombrices y ascárides, las verrugas pediculadas,
la satiriasis, la estranguria, las escrófulas, las paperas y tumores, y,
principalmente, los referidos.
107. Cuando la edad es algo más proyecta y los niños
se acercan a la pubertad, se hallan expuestos a todas las enfermedades
antedichas y además a largas fiebres y epistaxis o fluxiones sanguíneas.
108. Júzganse en general las enfermedades de los niños, unas a los cuarenta días, otras a
los siete meses, algunas a los siete años y bastantes llegan hasta la pubertad.
Las que no terminen para esa época o, en las niñas, al presentarse la
menstruación, suelen prolongarse indefinidamente.
109. Se hallan los jóvenes expuestos a padecer esputos
sanguíneos, tisis, fiebres agudas, epilepsia y otras dolencias, aunque
principalmente las nombradas.
110. Más tarde, o sea en la edad adulta, se observan
asmas, pleuresías, perineumonías, letargos, frenitis, calenturas ardientes,
diarreas crónicas, cólera, disentería, lienteria y hemorroides.
111. Y la vejez acarrea la disnea, las toses catarrales,
las estrangurias, disurias, dolores articulares, nefritis, vértigos,
apoplejías, caquexias, picazones, insomnios, laxitudes de vientre, fluxiones de
ojos y nariz, debilidad de la vista, cataratas y entorpecimientos del oído.
112. Conveniente es purgar a las mujeres embarazadas
si hay turgencia, desde el cuarto al séptimo mes, aunque menos en esta última
época. Antes o después, hay que tener mucho cuidado para no perjudicar al feto.
113. Con purgantes debe limpiarse el cuerpo de aquellas
materias cuya expulsión espontánea es útil y, contrariamente, suprimir
cualquiera otra evacuación que no se hiciese de esta suerte.
114. Si la evacuación de los humores es normal, se
hará fácilmente. Muy difícilmente en el caso contrario.
115. En verano conviene evacuar por la vía superior
y en invierno por la inferior.
116. Antes de la canícula y durante ellas son
las evacuaciones penosas.
117. Los sujetos delgados y propensos al vómito
deben purgarse prudentemente por arriba en invierno.
118. Quienes vomitan con dificultad y tienen constitución
endeble, deben purgarse por la vía inferior; pero con circunspección en estío.
119. En los tísicos no debe provocarse el vómito.
120. Convendrá purgar por la vía inferior copiosamente
a los melancólicos. Por la misma razón ha de evitarse lo contrario.
121. En las enfermedades muy agudas si hay turgencia
de materias, habrá que purgar en el mismo día. Dilatarlo sería peligroso.
122. Cuando se presentan dolores y retorcimientos
hacia la región umbilical y lumbar, que no ceden a los purgantes ni a otros
remedios, acaban en hidropesía seca.
123. Es malo purgar a los lientéricos por vía superior
durante el invierno.
124. Antes de administrar el eléboro a los
individuos que vomitan con dificultad, es preciso darles una alimentación
abundante y copiosa y descanso.
125. Será mayor la acción del eléboro si quien
lo toma hace después ejercicio; con sueño y quietud será, pues, menor el
beneficio. Esto lo declara y comprueba también la navegación, cuyo movimiento
altera las vísceras.
126. Para aumentar la acción y fuerza del eléboro,
debe moverse el cuerpo, y para disminuirla, prescribirle sueño y la quietud.
127. Para aquellos que tienen las carnes sanas
es el eléboro perjudicial, pues provoca convulsiones.
128. La flojedad y hastío, el dolor de mordedura
en el estómago, los vértigos tenebrosos y el amargor de boca, cuando no les
acompaña calentura, indican la necesidad de un vomitivo.
129. Cuando los dolores situados por encima del
diafragma requieren purgantes, ha de ser por la vía superior. Los situados
debajo de este órgano, denotan la necesidad de evacuar por la inferior.
130. Aquellos que durante el efecto de los purgantes
no experimentasen sed, seguirán evacuando hasta sentirla.
131. Los sujetos que no teniendo calentura sienten
retortijones de vientre, flojedad en las rodillas y dolores lumbares, necesitan
purgarse por la vía inferior.
132. Las deyecciones negras, semejantes a la sangre
venosa, espontáneamente producidas, con fiebre y sin fiebre, son pésimas. Y
serán peores cuanto más este calor se acentúe. Si fuesen efecto de un purgante,
no era ciertamente tan grave el mal y mucho menos si estos colores dominan en
ellas.
133. Cualquiera enfermedad que comienza con vómitos
o deyecciones de bilis negras, es letal.
134. Cualquier individuo, atacado de enfermedad
aguda o crónica por heridas, o que, por cualquiera otra causa, se hallare
extenuado, si le sobrevienen evacuaciones atrabiliarias o de materias parecidas
a la sangre negra, morirá al día siguiente.
135. Toda disentería que comienza por atrabilis es
mortal.
136. La evacuación de sangre por las vías superiores,
sea cualquiera, es siempre mala. Por las inferiores, sin embargo, puede ser
conveniente.
137. Cuando un disentérico expele en las deyecciones
carúnculos, su fin está próximo.
138. Quienes, a consecuencia de fiebre, han perdido
bastante sangre, en la convalecencia sufren diarreas.
139. En aquellos que tienen evacuaciones
biliosas, éstas cesan cuando sobreviene sordera, y, por el contrario, cuando
ésta existe, se corrige si esas evacuaciones se presentan.
140. En aquellos a quienes sobrevienen escalofríos
al sexto día de la fiebre, la crisis será difícil.
141. Si en las enfermedades con paroxismo acomete
al siguiente día la fiebre a igual hora que el anterior, será la crisis
laboriosa.
142. La laxitud en las fiebres, en las articulaciones
y, principalmente, cerca de las mandíbulas, anuncian absceso.
143. Pero si alguna parte doliere, antes de declararse
la enfermedad, allí tendrá ésta su asiento.
144. Si a quienes acaban de salir de una enfermedad
doliere alguna parte del cuerpo, allí se formará un absceso.
145. La repentina sofocación, cuando no hay tumor
en las fauces, que sobreviene en el curso de una fiebre, es mortal.
146. Si, durante una fiebre, el cuello pareciese
como dislocarse de pronto y la deglución se hiciese imposible, no existiendo
tumor, el signo es mortal.
147. Si apareciesen en los febricantes sudores, buenos
son en el vientre en el día tercero, quinto, séptimo, noveno, undécimo, décimo
cuarto, décimo séptimo, vigésimo primero, trigésimo y trigésimo cuarto;
entonces acaban las enfermedades. Pero si se presentasen en otros días,
anuncian graves síntomas, enfermedades largas y recaídas.
148. Los sudores fríos en cualquier aguda fiebre
son mortales, en las menos intensas, significan que la enfermedad ha de ser
larga.
149. En aquella parte del cuerpo donde se
manifiestan el calor o el frío, allí está la enfermedad.
150. Allí donde está el sudor se indica donde la
enfermedad reside.
151. Los cambios que se verifican en todo el cuerpo
pasando rápidamente del calor al frío o mudando súbitamente de color, denotan
que la enfermedad ha de ser larga.
152. El sudor abundante durante el sueño, sin cansa
manifiesta, denota una alimentación excesiva. Mas, si esto ocurre cuando hay
abstinencia o dieta, indica la necesidad de evacuar el vientre.
153. El mucho sudor, frío o caliente, pero siempre
abundante, es señal, si es frío, de enfermedad grave, si es cálido, de dolencia
leve.
154. Las fiebres que no son intermitentes y aumentan
al tercer día, haciéndose intensas, son muy peligrosas. Pero, si se hacen
intermitentes, cesa el peligro.
155. Las fiebres muy largas traen consigo tumores
o dolores articulares.
156. Si tras largas fiebres sobrevienen tumores en
las articulaciones, esto suele depender del exceso de alimentación.
157. Los escalofríos que sobrevienen en una fiebre,
no intermitente, cuando el enfermo ya está débil, son mortales.
158. En las fiebres no intermitentes, los
esputos lívidos, sanguinolentos, fétidos y biliosos, son malos; pero, si no
tienen este carácter, son buenos.
Otro tanto ocurre con las evacuaciones de
vientre y de orina; pero si no se evacua lo que estorba, o se suprimen antes de
la purgación, el síntoma es deplorable.
159. En las fiebres intermitentes, el enfriarse
las extremidades o alguna otra parte exterior, permaneciendo ardorosos los órganos
internos y habiendo sed, es signo de muerte.
160. En las fiebres continuas, si el labio, la
boca, el ojo o la nariz se pervierten en su posición y el enfermo pierde la
vista y el oído estando ya muy débil, la aparición de uno de estos síntomas
denota que la muerte está cercana.
161. Donde, existiendo fiebre continua, aparece delirio
y disnea, anuncian la muerte.
162. En las fiebres, los abscesos que no se resuelven
en los primeros días, anuncian enfermedad larga.
163. En las fiebres, nada anuncian de malo las lágrimas
involuntarias, pero las voluntarias son muy mal síntoma.
164. En los enfermos que teniendo fiebre presentan
los dientes recubiertos de una mucosidad viscosa, el padecimiento se agrava.
165. Quienes durante el proceso de una fiebre ardiente
tienen tos seca con poca irritación, no padecen sed.
166. Todas las fiebres bubónicas son malas, excepto
las efímeras.
167. El sudor que sobreviene en fiebre que no remite,
es de mal agüero. Anuncia que la enfermedad será larga y que existe exceso de humores
en el enfermo.
168. La calentura que sobreviene a los que padecen
convulsiones o tétanos, les cura.
169. En las fiebres ardientes, si sobreviene el frío
soluciona la enfermedad.
170. La terciana típica se juzga en un
setenario.
171. Cuando aparece, durante una fiebre, sordera,
hemorragia por las narices o diarrea, la enfermedad se cura
172. Suele repetir toda fiebre que cesa en día paro
que no es crítico.
173. Cuando en las fiebres se presenta
ictericia, antes del séptimo día el síntoma es malo.
174. Cuando en las fiebres aparece el frío todos
los días, tiene la crisis lugar diariamente.
175. Cuando en el séptimo día de fiebre o en el noveno,
o en el undécimo, o en el décimo cuarto sobreviene ictericia, el síntoma es
bueno, siempre que esté duro el hipocondrio derecho. En otro caso, no es buena
señal.
176. El calor excesivo en el estómago o el dolor
de mordedura en el cardias, son en las fiebres malos síntomas.
177. En las fiebres agudas, las convulsiones y los
fuertes dolores en las regiones viscerales, son de mal agüero.
178. En las fiebres, el pavor en sueños, o las convulsiones,
son malos síntomas.
179. La respiración fatigosa y desigual en las fiebres,
es mal síntoma, pues anuncia convulsión próxima.
180. Si en un estado febril, tras una orina
espesa, escasa y grumosa aparece otra clara y abundante, mejora el enfermo.
Esto principalmente ocurre, cuando desde el principio del mal, o poco después, se
presenta algún sedimento.
181. Cuando la orina es turbia y parecida a la
de los jumentos, durante el curso de una fiebre, es signo de que los dolores de
cabeza existen o sobrevendrán.
182. Cuando las enfermedades se juzgan al día séptimo,
en el cuarto, se presenta en la orina una mancha nubosa y rojiza, con los demás
signos acostumbrados.
183. La opina blanca y transparente es mala; sobre
todo, cuando se observa en la frenitis.
184. Cuando se elevan los hipocondrios con borborigmos
y sobreviene, dolor en la región lumbar, es de esperar que sobrevenga diarrea,
a menos que ventosee mucho el enfermo u orine abundantemente. Esto es lo que
ocurre en las fiebres.
185. Los que están en espera de algún absceso crítico,
en las articulaciones, se libran de él, cuando hay un flujo abundante de orina
blanca y espesa como acontece en el cuarto día de fiebre cuando va acompañada
de cansancio. Si, luego, se presentase derrame de sangra por la nariz, la
enfermedad quedará resuelta más prontamente.
186. Cuando en la orina se expele sangre o pus, esto
significa que existe ulceración en los riñones.
187. Las pequeñas carúnculas y filamentos, semejantes
a pelos que se presentan en la orina espesa, tienen en los riñones su origen.
188. La orina espesa y furfurácea indica que puede
existir alguna afección prósica en la vejiga.
189. La expulsión de sangre en la orina espontáneamente,
es señal de rotura de alguna vena de los riñones.
190. Las arenillas que aparecen en la orina denuncien
cálculos en la vejiga.
191. Orina y sangre y grumos, cuando hay estranguria
y dolor en el hipogastrio y perineo, denota hallarse dañada la vejiga y sus
partes circundantes.
192. Si en la orina aparece sangre o escamas
pequeñas, con olor fétido, esto denota que hay ulceración en la vejiga.
193. Cuando en la uretra se forma un tubérculo, si
revienta y supura, queda curado.
194. La orina abundante por la noche, indica que
las evacuaciones de vientre son escasas.
195. La convulsión producida por el eléboro, es mortal.
196. La convulsión que sobreviene a una herida, es
mortal.
197. Son graves síntomas la convulsión o el hipo,
tras una hemorragia excesiva.
198. La convulsión o el hipo que sobrevienen a una
purgación excesiva son fatales.
199. Si quien está ebrio enmudece de pronto, morirá
de convulsiones, a menos que le sobrevenga calentura o vuelva a adquirir el
habla, cuando la embriaguez cese.
200. Los que son atacados por el tétanos, perecen
en cuatro días; pero si pasan de este plazo sanan.