26/4/12

Aforismos de Hipócrates IV



53. Cuando en las fiebres de alguna importancia permanezca el cuerpo en el mismo estado, sin sufrir detrimento alguno, o cuando se extenúe con exceso, lo observado constituye un mal síntoma. Lo primero anuncia una enfermedad larga y lo segundo una debilidad extrema.
54. Al comenzar las enfermedades debe hacerse cuanto fuere preciso; pero, una vez llegadas a su desarrollo, lo más prudente es no hacer nada.
55. Al principio y al fin de los procedimientos todo es débil, pero en su apogeo, todo es vehemencia.
56. Malo es que un convaleciente coma bien y no recobre las fuerzas.
57. Quienes al principio de una enfermedad comen con gusto y apetito, sin que les aproveche, llegan al último a perderle; lo contrario ocurre a los que tienen aversión al alimento y le pierden después; más fáciles serán de curar:
58. Buen signo es en toda enfermedad conservar despejada la inteligencia y estar dispuesto a hacer o tomar lo que se ofrezca. Lo contrario es mala señal.
59. Peligran menos en las enfermedades aquellos enfermos cuya dolencia está en relación con su temperamento, edad, hábito y época que aquellos en quienes esto no sucede.
60. Es en todas las enfermedades buena señal que las regiones umbilical e hipogástrica conserven su robustez; y, por el contrario, muy mala que estas partes aparezcan flacas y extenuadas; este último estado es igualmente mal signo cuando hay evacuaciones albinas.
61. Quienes teniendo el cuerpo sano toman medicamentos purgantes se debilitan, lo mismo que las personas que hacen uso de malos alimentos.
62. Los que tienen el cuerpo sano, sobrellevan difícilmente los purgantes.
63. Deben ser preferidos aquellos alimentos y bebidas agradables, aunque no fueren tan sanas, a los mejores, pero no tan gratos.
64. Suelen padecer los ancianos menos enfermedades que los jóvenes. En cambio, las que les acometen se hacen crónicas y muchas veces mortales.
65. Los catarros y corizas de los ancianos, nunca se curan completamente.
66. Quienes súbita y frecuentemente, sin manifiesta causa, padecen profundos desmayos, mueren de repente.
67. La apoplejía fulminante es imposible de curar; y aun, en verdad, no es fácil de curar la menos intensa.
68. Los ahogados, estrangulados y acometidos de muerte aparente, si tienen espuma en la boca, no vuelven a la vida.
69. Los obesos están más expuestos a muerte repentina que los delgados.
70. Los niños que padecen de epilepsia, se curan con el cambio de edad, de costumbres, de vida, clima y región.
71. Si dos dolores se presentan a un tiempo en diferentes partes del cuerpo, el más fuerte, hace que no se sienta el otro.
72. El dolor y la calentara son mayores durante la formación del pus que después de formado.
73. Una vez que el ejercicio corporal llega a ser penoso, ningún remedio es tan rápido y eficaz como el descanso.



8/3/12

AFORISMOS DE HIPOCRATES III




37. Las impurezas que quedan en las enfermedades después de las crisis, suelen producir recaídas.
38. La noche que precede a una crisis, es generalmente de exacerbación grave; pero la siguiente suele ser tranquila y buen signo.
39. Todo cambio en la naturaleza de las deyecciones; en los flujos de vientre, es beneficioso, cuando no los empeora.
40. Cuando las fauces están doloridas y el cuerpo aparece cubierto de tumorcillos, conviene examinar las evacuaciones; si fueran biliosas, el padecimiento es del cuerpo todo pero, si son naturales, es bueno y nada peligroso recetar alimentos.
41. No conviene trabajar al hambriento.
42. El tratamiento de algunas enfermedades pone de manifiesto que el tomar de una vez mayor cantidad de alimentos de lo que la Naturaleza tolera, produce alteraciones graves en la salud.
43. Aquellos alimentos que pronto confortan y rápidamente nutren, pronto también son expelidos.
44. No siempre es seguro el pronóstico en las enfermedades agudas, sea de muerte o de sanidad.






45. Quienes tienen laxo el vientre en la juventud, se estriñen conforme avanzan en edad; por el contrario, los estreñidos le tienen suelto en la vejez.

46. El vino quita el hambre.

47. Las enfermedades que proceden de plenitud se curan mediante evacuaciones; las que nacen de evacuación por la replexión; otras se curan asimismo por sus contrarios.

48. En catorce días está hecho el proceso de las enfermedades agudas.

49. El cuarto día es indicador del séptimo; da el octavo principio a la semana siguiente; ha de observarse el undécimo, que es el cuarto de este segundo período; asimismo debe atenderse al décimo-séptimo, que es el cuarto de la tercera semana y el siete contando desde el once.

50. Son, por lo general, las cuartanas, de duración corta en el verano y muy larga en el otoño y especialmente cuando se presentan al comenzar el invierno.

51. Mejor es que después de la convulsión, suceda la fiebre, que no que preceda ésta a la
convulsión.

52. No es prudente fiar con demasía en inesperados alivios, ni temer con exceso los malos
síntomas que sobrevienen sin justificación. Estos cambios son, por lo común, poco duraderos y no suelen permanecer.







AFORISMOS DE HIPÓCRATES II



20. En las enfermedades de acceso periódico, antes de medicinar, hay que suspender el juicio.

21. Durante la crisis, no debe provocarse movimiento, alguno ni con purgas ni otros medicamentos irritantes, sino que se debe dejar obrar a la naturaleza.
22. Lo que conviene evacuar debe ser dirigido por lugar conveniente.

23. Es menester purgar y remover los humores, cuando están cocidos, mas no en estado de crudeza, ni al principio de las enfermedades; a menos que haya urgencia, lo cual ocurre rara vez.

24. No se debe juzgar de las evacuaciones por su cantidad, sino que es preciso atender a si tienen las cualidades necesarias, y si las sobrelleva bien el enfermo. Y si fuera preciso llevarlas hasta el desmayo, hágase, siempre que el paciente pueda soportarlas.

25. En las enfermedades agudas y, sobre todo, al iniciarse, rara vez están indicados los purgantes y, cuando lo están, es con la mayor circunspección y medida.

26 La enfermedad en que el sueño agrava la dolencia es mortal. Lo contrario sucede cuando se alivia.





27. Es bueno el sueño que calma el delirio.

28 Malos son el sueño o el insomnio excesivos.

29. Ni la saciedad, ni el hambre, ni cosa alguna que exceda de lo que la Naturaleza quiera, es bueno.

30. El cansancio y las laxitudes espontáneas y sin motivo, enfermedad denuncian.

31. Si alguno tiene dolor en alguna parte del cuerpo y no lo siente, es señal de que tiene el cerebro perturbado.

32. La extenuación contraída poco a poco, lentamente necesita ser reparada; la que sobreviene en breve tiempo, exige reparación pronta.

33. Si en la convalecencia comen con apetito los enfermos y, sin embargo, sus fuerzas no se reparan, esto claramente indica que toman demasiado alimento; pero, si ocurre esto mismo y no tienen apetito, será necesario purgarles.

34. Conviene hacer fácil y movido aquel cuerpo que se quiera purgar.

35. Cuanto más nutras a los cuerpos impuros, más les dañarás.

36. Es más fácil asimilarse el alimento líquido que el sólido.






11/2/12

AFORISMOS DE HIPÓCRATES




Primeramente

El término aforismo fue utilizado por primera vez por Hipócrates, como una serie de proposiciones relativas a los síntomas y al diagnóstico de enfermedades. El concepto fue aplicado después a la ciencia física y, posteriormente, generalizado a todo tipo de principios.
En la actualidad se considera que, gracias a Twitter y otros servicios de microblogging, con su limitación de espacio para escribir, este estilo de escritura está viviendo un inesperado renacimiento

Conviene distinguir entre aforismo y axioma. Los aforismos son el resultado de la experiencia, mientras que los axiomas son verdades obvias, que no requieren una comprobación. Los aforismos han sido utilizados frecuentemente en aquellas disciplinas que carecían de una metodología de estudio o un método científico, como la agricultura, la medicina, la jurisprudencia y la política. El aforismo es un tipo de paremia, como el axioma.

La paremia es un enunciado breve, sentencioso e ingenioso que transmite un mensaje instructivo, incitando a la reflexión intelectual y moral. Hay muchos tipos de paremias, como los adagios, aforismos, axiomas, proverbios, refranes y wellerismos. El tipo más común es el refrán. El estudio de las paremias se denomina paremiología.




AFORISMOS DE HIPÓCRATES


1. Corta es la vida, el camino largo, la ocasión fugaz, falaces las experiencias, el juicio difícil. No basta, además, que el médico se muestre tal en tiempo oportuno, sino que es menester que el enfermo y cuantos lo rodean coadyuven a su obra.

2. La Medicina es el arte de curar las enfermedades por sus contrarios. El arte de curar, el de seguir el camino por el cual cura espontáneamente la Naturaleza.

3. En las disenterías y vómitos espontáneos, si se evacua lo que debe ser expelido, todos estos trastornos podrán ser útiles y poco molestos; pero, si esto no ocurre, serán dañosos. De igual manera, la evacuación de los vasos es útil cuando se practica en términos convenientes, pues, y es muy conveniente tener en cuenta el país, la estación, el tiempo y la naturaleza de las enfermedades, en que pueden convenir o no estas evacuaciones.

4. La robustez extremada es dañosa a quienes hacen ejercicios violentos, como los atletas; pues no pudiendo mejorar ni permanecer estacionarios, es muy fácil que se altere en su perjuicio. Así es conveniente que se disminuya gradualmente el vigor excesivo, para que el cuerpo comience una nutrición nueva. No obstante, precisa no evacuar con exceso; la atenuación debe estar en proporción a la naturaleza y fuerzas del enfermo, pues la excesiva reflexión es tan perjudicial como la evacuación extrema.

5. La dieta rigurosa es peligrosa siempre en las enfermedades crónicas y aun cuando está contraindicada en las agudas. Es difícil de soportar un régimen de sobrada tenacidad, como lo es una reflexión excesiva.

6. Las faltas cometidas por los enfermos en observancia de lo prescrito, son más perjudiciales cuando el régimen es muy riguroso; porque cualquier exceso en la alimentación es más peligroso, cuando el régimen es muy riguroso que cuando no lo es. Por eso la dieta muy severa y observada por largo tiempo, es nociva aun para los sanos, por las consecuencias dañosas que cualquier exceso puede acarrearles. Por esta razón, es más conveniente un método de alimentación moderado que otro muy riguroso.

7. A enfermedades extremas, remedios heroicos, excelentes y bien administrados.

8. Presentan las enfermedades muy agudas síntomas muy alarmantes, y así en ellas conviene prescribir desde luego la más severa dieta. Mas, cuando la dolencia no presenta este carácter, se puede permitir algún alimento, aumentándose paulatinamente conforme la enfermedad se hace menos intensa.
9. Cuando la enfermedad en su vigor estuviere, es menester usar del régimen más riguroso.

10. Conviene considerar también si la dieta prescrita al enfermo le permite conservar sus fuerzas, hasta que la enfermedad llegue a su desenvolvimiento completo, para que consiga dominarla, o si, por hallarse demasiado débil, sucumbirá antes de esta época.

11. En las enfermedades que adquieren pronto todo su vigor, se debe también prescribir sin pérdida de tiempo un régimen severo; pero en las que llegan más tarde a aquel estado, deberá disminuirse la alimentación, cuando esto suceda o un poco antes; entonces, para que el enfermo conserve todas sus fuerzas, deberá ser más abundante la alimentación del paciente.

12. En las exacerbaciones, conviene quitar el alimento; éstos les serían altamente perjudiciales. Si hay periodicidad en los recargos, se deberá igualmente prohibir todo alimento, al tiempo de su aparición.

13. Las exacerbaciones en cada género de dolencia, la estación del año, la observación comparativa de las agravaciones, ya cotidianas, ya tercianas o de mayores intervalos, sirven para apreciar la marcha futura de la dolencia.
Iguales cosas se indicarán por los epifenómenos. Así en la pleuresía, si los esputos se presentan desde el principio, la enfermedad será corta y, si aparecen más tarde, larga y rebelde. Lo mismo puede decirse de las orinas, evacuaciones de vientre y sudores. Indicarán que la enfermedad ha de tener crisis fácil o difícil y si será larga o corta, según se manifiesten.

14. Los viejos llevarán fácilmente la abstinencia; después de ellos siguen los que se hallan en la edad adulta; los adolescentes no pueden tolerarla y mucho menos los niños y, entre ellos principalmente los que son muy vivos.

15. Tienen los que crecen mucho calor innato y así necesitan una alimentación copiosa; de no ser así, se consumirá su cuerpo. Los viejos tienen poco calor; y así los basta con poco para conservarle; demasiada alimentación les extinguiría. Por eso son en ellos las fiebres menos agudas, pues que está frío su cuerpo.

16. En invierno y primavera el sueño es más largo y tienen mayor actividad los órganos de la digestión. Por tanto, en estas épocas, alimentación más abundante. De ello nos presentan ejemplo ciertas enfermedades, los jóvenes y los atletas.

17. Un régimen compuesto de alimentos húmedos y jugosos, conviene a los calenturientos todos y muy particularmente a los adolescentes o personas a él habituadas.

18. Muchas personas necesitan alimentarse una vez al día y nada más; otras dos veces y algunos muchas o pocas veces y aun dividiendo el alimento en porciones pequeñas. Hay que considerar además el hábito, la estación, la edad y el clima.

19. Es la digestión difícil en verano y otoño, muy fácil en invierno y no tanto en primavera.






6/2/12

LA LEY



Es la Medicina la más noble entré todas las artes; mas, por la ignorancia de quienes la ejercen y de los que juzgan de ella con ligereza, ha venido a ser colocada en el postrer lugar. Entiendo que la causa de tan equivocado juicio es el no tener en las ciudades el mal ejercicio de la Medicina otro castigo que la falta de consideración, pena que no afecta a los individuos que hacen de ella un modo de vivir.

Aseméjanse éstos a los personajes de las comedias; una vez que, del mismo modo que los actores representan en traje y figura sin ver lo que aquéllos son, igualmente, es por el nombre y no por los hechos por lo que nuestros médicos se lo llaman.

Quien se consagra con afán al estudio de la Medicina, forzosamente ha de reunir las condiciones siguientes: disposición natural, enseñanza, lugar oportuno, instrucción desde la niñez, amor al trabajo y actividad. Principalmente necesita contar con disposiciones naturales; todo es en vano cuando se pretende forzar la Naturaleza; pero cuando ella por sí misma camina por buena senda, principia entonces verdaderamente la enseñanza del arte, que, con la reflexión, el discípulo viene obligado a apropiarse, comenzando desde aquella edad juvenil y tierna y encontrándose en lugar a propósito para la enseñanza y aprendizaje.




Necesario es, a más de esto, consagrar a la 1abor mucho espacio de tiempo para que, arraigándose los conocimientos profundamente, den sus sazonados y abundantes frutos.
Así es, en efecto el cultivo de las plantas, y lo mismo la enseñanza de la Medicina.

Nuestra disposición natural es el terreno; los preceptos de los maestros la tela; la instrucción comienza desde la infancia, y ésta es la sementera hecha en tiempo conveniente; el sitio en que se da la instrucción es el aire de que los vegetales toman su alimento; el estudio continuo es la mano de obra; el tiempo, en fin, lo fortalece todo hasta la edad madura.

Ved, pues, las necesarias condiciones que importa reunir para el estudio de la Medicina; los conocimientos profundos que es preciso adquirir, si se quiere, al recorrer las ciudades ejerciéndola, lograr la reputación de médico, no sólo en el nombre, sino como práctico. La impericia es una mala propiedad, un mal arraigo para los que la poseen: sin alcanzar confianza ni satisfacción, engendra timidez y temeridad: la primera descubre la falta de energía, y la segunda la inexperiencia.

Hay en verdad dos cosas diferentes: saber y creer que se sabe. La ciencia consiste en saber; en creer que se sabe está la ignorancia. Mas las cosas santas, sólo a los hombres santos se revelan y le está vedado comunicarlas a los profanos, en tanto que en los misterios de la Ciencia consigan iniciarse.


EL JURAMENTO HIPOCRÁTICO





Por Apolo médico y Esculapio juro: por Higias, Panacea y todos los dioses y diosas a quien pongo por testigo de la observancia de este voto, que me obligo a cumplir lo que ofrezco con todas mis fuerzas y voluntad. Tributaré a mi maestro de Medicina igual respeto que a los autores de mis días, partiendo con ellos mi fortuna y socorriéndoles en caso necesario; trataré a sus hijos como a mis hermanos y, si quisieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin otro género de recompensa. Instruiré con preceptos, lecciones habladas y demás métodos de enseñanza a mis hijos, a los de mis maestros y a los discípulos que me sigan bajo el convenio y juramento que determina la ley médica y a nadie más.

Fijaré el régimen de los enfermos del modo que les sea más provechoso según mis facultades y mi conocimiento, evitando todo mal e injusticia. No me avendré a pretensiones que afecten a la administración de venenos, ni persuadiré a persona alguna con sugestiones de esta especie; me abstendré igualmente de administrar a las mujeres embarazadas pesarios abortivos. Mi vida la pasaré y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza. No practicaré la talla dejando esa operación y otras a los especialistas que se dedican a practicarla ordinariamente.

Cuando entre en una casa, no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos, cuidando mucho de no cometer intencionadamente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitando principalmente la seducción de las mujeres jóvenes, libres o esclavas. Guardaré reserva acerca de lo que oiga o vea en la sociedad y no sea preciso que se divulgue, sea o no del dominio de mi profesión, considerando el ser discreto como un deber en semejantes casos. Si observo con fidelidad mi juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres: si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí la suerte adversa






16/1/12

La Salud según las estaciones: El Otoño

 
 
Una hermosa abubilla sobrevuela las acacias del jardín, dejando una silenciosa estela de belleza en el límpido aire de esta mañana, aún de verano, que va dejando entrever los signos del otoño: la sequedad, la frialdad, apenas frescor todavía, y una abundante formación de fumosidades, vientos y tempestades. La maduración de frutos tiernos evidencia el equilibrio que se va instaurando entre los cuatro elementos que componen toda la materia -aire, agua, tierra, fuego-, y restablece el propio de esta estación, seca como la tierra. Mientras, Ibn al-Jatib desarrolla en la primera parte de su Libro del Cuidado de la salud durante las estaciones del año o Libro de Higiene la teoría, el conocimiento previamente adquirido que se sobrepone como una pantalla sobre cada caso práctico para concluir un diagnóstico y tratamiento adecuados a cada persona.
 
En este tratado de Fisiología hay un apartado relativo a la complexión, a la que se define como una cualidad que surge de la diferente combinación de los elementos que son origen de todo ser, los cuales pierden sus formas en esa mezcolanza surgiendo del conjunto una forma nueva que debe mantener la igualdad del todo, que es el equilibrio supuesto.
La complexión es:
 
- Cálida, si predomina el fuego.
- Fría, si excede la parte acuosa.
- Húmeda, si predomina la parte aérea.
- Seca, si lleva excedente térreo.
 
 
 
Hay además formas compuestas, representadas por los términos medios entre las cualidades.
 
Los cuatro elementos son principios primarios del cuerpo humano a los que se añaden otros principios secundarios que ponen de manifiesto la disposición de su naturaleza; son los humores, cuerpos húmedos y fluidos que transforman el alimento. Según las diversas proporciones de tales elementos primarios y secundarios en el organismo, éste mostrará una complexión dominante a la que habrá de atender el médico, juntamente con la edad, para concluir sus indicaciones prácticas. Puesto que señala para cada individuo un equilibrio respecto a sí mismo, respecto a la especie, después respecto a la clase y al género. Empero, cualquier desviación producirá alteración del buen estado de salud.
 
La segunda parte de su obra, parte que puede ser consultada con independencia de la primera, está concebida como una guía práctica en la que especifica las diversas maneras de determinar la complexión constitucional de cada individuo:
 
- por el tacto
- por el color
- por el pelo
- por el aspecto externo
- por los actos relacionados con las capacidades vitales, anímicas y espirituales.
 
Tras la observación y análisis de todos estos factores llega a fijar cinco clases de complexión, describiendo sus signos, de manera que cada cual puede reconocerse en uno de estos paradigmas.
 
 
 
LAS DISTINTAS COMPLEXIONES Y SUS SIGNOS
 
Signos de la complexión equilibrada
Justa proporción al tacto entre calidez y frialdad y dureza y blandura, color entre rojo y blanco. El vello entre rizado y liso, por lo general rubio en la niñez y negro en la juventud. Las venas término medio entre aparentes y ocultas, también justa proporción entre la vigilia y el sueño, en éste visiones de hermosos panoramas con voces dulces. En cuanto al carácter justa proporción entre satisfecho y colérico, valiente y cobarde, paciente y atolondrado.
 
Signos de la complexión sanguínea
Tonalidad roja de la piel, con abundantes venas, calidez equilibrada al tacto, pelo negro y espeso, ojos enrojecidos, exceso de carne, nervios tensos, pulso y respiración fuertes, risas y sueño en exceso, beneficiarse con la extracción de sangre, tener en los sueños visiones de rojo o de sangre, ánimo rudo y propensión a padecer enfermedades sanguíneas (pesadez, sopor, sangre en las encías, fatiga sin motivo, abcesos).
 
Signos de la complexión flemática
Color blanco, pesadez, frialdad al tacto, exceso de humedad en los conductos que dificulta los movimientos, demasiado sueño, sopor, pelo liso y escaso de crecimiento lento, canas fuera de la vejez, pulso lento y visión débil, visiones de agua y humedad durante el sueño, resentirse con el frío y mejorar con el calor, propensión al olvido y a padecer enfermedades flemáticas (excesiva flaccidez, olvido, pereza, digestión alterada y pulso irregular).
 
Signos de la complexión biliar amarilla
Cuerpo flaco, poca carne, palidez, piel fina, calidez al tacto, pelo negro y rizado, exceso de sed, falta de sueño, facilidad y rapidez en recordar y olvidar, frecuentes cambios de ánimo, alegría y afabilidad, pulso rápido, exceso de movimientos y riñas o disputas, visiones de luces o colores amarillos durante el sueño, beneficiarse con lo que refresca y hallar daño en los ambientes cálidos, inclinación al olvido y a padecer enfermedades biliares amarillas (gusto amargo, sed, falta de apetito, desmayos y vómitos).
 
Signos de la complexión biliar negra
Palidez, delgadez y sequedad, pelo en exceso y grisáceo, falta de sueño, carácter propenso a sentir fuertes odios y deseos, incapacidad de llanto, talante taciturno, depresión, sueños con visiones desagradables de lugares obscuros o deprimentes, deseo voraz de comer y posible extreñimiento, propensión a padecer enfermedades propias de la bilis negra (angustia, preocupación, falso apetito e insomnio).
Estos son los signos propios de toda complexión en perfecto estado de salud.
La inclusión de esta taxonomía facilita la aplicación de las indicaciones que la estación requiere, puesto que la norma general va asumiendo distintas especificaciones según los humores sobresalientes en cada persona, la cual puede observar si el comportamiento de su organismo se ajusta a algún apartado de esta clasificación. No hay que perder de vista que en muchos casos son dos los humores predominantes de tal modo que los signos son compuestos y se presentan entremezclados.
 
 
 
Una vez establecido este punto podemos hacer una descripción del régimen más apropiado para cada complexión, considerando siempre que en el otoño hay que ser especialmente precavido, conviene cuidarse de los vientos secos y los excesivos contrastes y estar atento a los arranques de tristeza y aflicción que pueden derivar en melancolía duradera. Nunca los extremos son buenos y el abandono en la tristeza es dulcemente insidioso porque nos seduce con visiones y ensoñaciones. Nuestro médico nos recomienda convertir la moderación en un hábito, darle carta de naturaleza todos los días del año.
 
Estas son las recomendaciones para la complexión equilibrada y para la estación otoñal durante la cual debe ponerse mucho empeño en no descuidar la dieta porque es un momento en el que proliferan las enfermedades y, por tal razón, abundan también las prohibiciones, por ejemplo, exponerse al sol extremado del mediodía, lavarse con agua fría o tomar bebidas con hielo, porque acarrean fiebres y falta de apetito.
 
 
 
 
Aire
 
La necesidad de humectar es el criterio prioritario, para lo cual se ha de evitar el aire seco del norte y buscar el del sur o la proximidad de zonas costeras cálidas. En esta época es muy distinto el aire del mediodía al de la mañana, de manera que conviene atemperar y evitar sus diferencias, cerrando las viviendas a los soplos secos por la mañana y ventilando y refrescando los cuerpos en los momentos cálidos del día.
 
Si se toma un baño conviene aumentar el vapor en la estancia y humedecerla, cuidando de que la salida sea gradual para evitar el excesivo contraste, untándose después con algún aceite y envolviéndose un rato con una manta.
 
Asimismo es aconsejable vaporizar el ambiente con agua de rosas y agua de las distintas clases de albahaca.
 
Los tejidos más adecuados son los combinados de algodón y lino, algodón y lana, seda y lana, confeccionados de modo que vayan pegados al cuerpo.
 
 
 
 
 
Comida
 
También para la comida se prefieren los alimentos que contienen humedad y que son pesados: caldos ensopados, fideos gruesos y tiernos, alimentos y carnes grasas.
Se evitará cuanto enfríe las comidas, como las hortalizas o el vinagre y en su lugar se emplearán sustancias dulces y frutas equilibradas como cohombros o pepinos, granadas dulces, higos y uvas al natural, melocotones dulces, plátanos y frutas con pulpa.
 
 
 
 
Bebida
 
En cuanto a las bebidas, reducir el frío del agua y endulzarla con azúcar o miel, tomar jarabes dulces e infusiones a base de menta y cidronela o melisa, y jarabe de lengua de buey (consuelda). Para laxar, jarabe de higos, ciruelas y violeta.
 
Son aconsejables la cerveza y los jarabes confeccionados con medicamentos delirantes equilibrados, es decir, elaborados con flores perfumadas, cáscaras de toronja y albahacas.
 
 
Ejercicio
 
Se practicará poco deporte en esta estación.
 
 
Otras actividades
 
El otoño es la estación menos apropiada para el ejercicio del coito que se efectuará cuando exista gran vehemencia o necesidad, aumentando las horas de sueño y evitando la vigilia que resulta muy nociva.
 
 
 
 
Aromas
 
Inhalar perfumes de flores cálidas y equilibradas como jazmines, rosas blancas, azucenas y crisantemos.
Untarse aceites aromáticos, de beleño o ámbar.
 
 
Régimen de la complexión biliar amarilla
La calidez de la complexión tiende a compensarse con la frialdad de la estación; sin embargo, hay exceso de sequedad, razón por la que proliferan las enfermedades.
Conviene tomar alimentos de calidez equilibrada y gran humedad como carnes procedentes del cordero, gallina y huevos. Caldos ensopados y fuertes, grasas en sus diversas variedades con garbanzos y pimienta. Alimentos a base de leche como el arroz y el mijo con nata y azúcar. Carnes condimentadas con nabos, zanahorias y tubérculos de plantas reconocidas por su humedad. Es excelente la flor de harina blanca sin excederse.
Se beberá agua de sabor dulce en cantidad moderada. Oximiel, agua de azúcar, jarabe de manzana e higos.
Deporte con moderación, paseando o luchando, eligiendo para ello las horas suaves del día.
No abusar del coito a causa del exceso de sequedad.
Se recomienda el baño con agua tibia para humedecer y fortalecer el cuerpo que se untará después con aceite de almendra y sésamo. Perfumar las habitaciones con violeta, calabaza, hojas de albahaca, ámbar y algalia.
Usar vestidos confeccionados con lino suave.
Como entretenimientos se pueden escuchar melodías entonadas por voces enronquecidas, cantos sin ritmo como címbalos y palillos, acordes melodiosos de arpa y flauta, rumor de árboles y agua corriente. También es aconsejable contemplar aguas estancadas y emanación de vapores.
Frecuentar tertulias con personas amenas escuchando poesías y relatos emocionantes que distraigan, mientras se toman dulces hechos de almendras, nueces, piñones, frutos secos y manzanas dulces, evitando bellotas, castañas, acerolas y frutos ácidos pungentes.
 
 
 
 
Régimen de la complexión biliar negra
Hay un exceso de frialdad y sequedad que se debe intentar reducir mediante el régimen, de lo contrario, si la desviación es excesiva, pueden adquirirse enfermedades crónicas. Por tanto, se requiere humedecer el aire y evitar los vientos fríos, buscando el sol en zonas resguardadas o frecuentando zonas costeras cálidas. Pueden vaporizarse las habitaciones e incluso encender fuegos suaves en las horas tempranas de la mañana.
Se comerán carnes gruesas de cordero, de gallina o codorniz, huevos poco cocidos, leche entera de vaca, caldos equilibrados con especias que contengan humedad, por ejemplo, azafrán y jengibre. Pan de buena calidad. Caldos espesados con huevos enteros y confeccionados con cebolla.
Se aconseja tomar calientes los alimentos grasos y pesados como pastas, macarrones, pán ácimo, sopas de trigo y carne, gachas de harina y leche con mantequilla. Dulces hechos con almendras dulces y pasas, harina y miel o melaza. Toda clase de frutos secos: alfóncigos o pistachos, pasas, dátiles y ciruelas secas. Miel batida con mantequilla. Frutas del tiempo como higos, uvas, manzanas dulces y plátanos, al natural o en compota.
Se practicará poco deporte, buscando el reposo y la continencia y combatiendo la sequedad. Se necesita dormir mucho, provocando el sueño con masajes suaves en la cabeza y en las extremidades, empleando mantas gruesas y acallando las voces. También el baño ayuda a conciliar el sueño y fortalece, sobre todo si se toma después de haber comido, tomando la precaución de que sea caliente con mucho vapor y de envolver después el cuerpo con una manta.
Aroma de almizcle, jazmín, rosa blanca y flor de naranjo ácido. Albahaca.
Vestidos de mezcla de algodón y lana, de algodón y seda, pegados al cuerpo.
Se contemplarán los rojos y la mezcla de rojos y blancos, también mares y albercas. Conversaciones que no alteren el ánimo como anécdotas, historias jocosas, esperanzas y reflexiones sobre Dios. Cantos con voces prolongadas y suaves, cualquier acorde que no sea fuerte. Se buscará la compañía de artesanos que necesiten usar fuego y vapores en su trabajo.
 
 
 
Régimen de la complexión flemática
En este caso se compensa la sequedad de la estación con la humedad de la complexión, si bien tienden ambas a desviarse hacia la frialdad. Por ello se procurará mejorar y calentar el aire abriendo las ventanas a los vientos del sur y dejando entrar el sol.
En cuanto a la comida conviene tomar alimentos que tiendan a la calidez, carnes de cordero y gallina, huevos y grasas, asando carnes tiernas y cociéndolas con especias (estos condimentos son excelentes medicamentos y alimentos medicinales que no violentan al cuerpo). Las carnes se acompañan con tubérculos como nabos, zanahorias, cebollas y ajos con migas de harina.
Poca agua, no fría, mezclada con miel o azúcar y bebida en recipientes de arcilla. Jarabe de manzana, limón, menta y hierbas aromáticas. Se recomienda la ingestión de dulces hechos con nueces y pistachos. Higos y pasas entre los frutos secos y todo tipo de frutas tiernas, sobre todo uvas y manzanas.
Se evitarán los ejercicios que generen calidez, efectuando sólo paseos suaves y montando, siempre que esto sea posible, de modo equilibrado. El coito es recomendable únicamente en momentos de mucho ardor. Es bueno dormir un poco más de lo acostumbrado, con el cuerpo bien abrigado para evitar la frialdad.
Tomar el baño para calentarse haciendo más uso de la atmósfera húmeda del baño que del agua. Perfumarse con ámbar, algalia y hierbas aromáticas como romero y albahaca.
Vestidos cálidos y gruesos de algodón, lana y similares.
Se contemplarán los rojos y amarillos. Se escucharán poesías y disertaciones sobre medicina y literatura, cantos tendentes a los agudos, sonidos de instrumentos de cuerda y flautas suaves. Frecuentar la compañía de artesanos que hagan uso del fuego.
 
 
 
 
Régimen de la complexión sanguínea
Se procurará todo lo que facilite el logro de una situación equilibrada en cuanto a frialdad y sequedad, cuidando de que el aire sea puro y claro, evitando que las estancias se calienten en exceso con el soplo del sur o se enfrien en demasía con el aire del norte. Esto se consigue cerrando por un lado y abriendo por otro, derramando vapores, extendiendo alfombras y orientándose hacia el poniente.
Para comer son excelentes las carnes equilibradas de cordero, gallinas o cabritos, asadas o guisadas de modo simple, tiernas y con su grasa. Pan en cualquiera de sus variedades equilibradas. Dulces hechos con sésamo, almendras, flor de harina y pistachos. Miel y mantequilla bien ligadas. Uvas e higos entre las frutas por sus cualidades recuperativas, además de los dátiles tiernos, los plátanos y la caña de azúcar o su jugo. Compotas de manzanas o membrillos dulces.
Para beber se aconsejan las aguas no demasiado frías, en cantidad moderada, también infusiones de albahaca y toronjil. 
Se ha de buscar el equilibrio entre el sueño y la vigilia, haciendo poco deporte y espaciando los baños, cuando no tengan una finalidad estética, en cuyo caso no hay normas. Tampoco la práctica del coito resulta recomendable, excepto si el ardor de la naturaleza empuja a ello.
Perfume de ámbar y jazmín. Vestidos de géneros de mezcla, algodón y seda, algodón y lana, confeccionados para que queden ligeramente holgados.
Es bueno contemplar vegetales y formas bien proporcionadas. Escuchar conversaciones sobre noticias agradables, cánticos armoniosos, descripciones de fiestas y poesías eróticas. Reunirse con gente inteligente, artesanos, dibujantes, escribanos y curtidores de piel.
Todos estos regímenes se aplican sin restricciones cuando la estación se halla en su vigor y con limitaciones en su comienzo y su final. Tales consejos ayudan a instaurar unos hábitos de vida, un orden cuyo último objetivo es el desarrollo óptimo de la persona.
 
 
 
 

14/1/12

La salud según las estaciones: El Verano

 
 
"Dice el Sabio: la gente vive para comer y yo como para vivir".
 
Hace 625 años vivió en la ciudad de Granada un médico al que los historiadores de la medicina han otorgado el título de último de los grandes médicos de Occidente. Este hombre, llamado M. b. Abdullah b. al-Jatib (1313-1374), poseía amplios y profundos conocimientos de los que pudo beneficiarse toda la población de Granada cuando fue asolada por la peste en el año 1349. Contribuyó en gran medida a vencer dicha epidemia explicando detalladamente el mecanismo de contagio.
 
Era médico personal del sultán y considerado como "hakim", es decir, maestro y sabio por excelencia, calificativo que la cultura árabe da a las personas que conjugan su dominio de la práctica terapéutica con el de otros campos del saber. El hakim constituye, dentro de la tradición árabe, una figura similar a la del nuevo hombre multidisciplinar del Renacimiento que, por estas fechas, aún está por aparecer en el ámbito europeo.
 
Gracias a su formación sociológica y filosófica Ibn al-Jatib mantiene una visión compleja del ser humano que le permite situarlo en esas dimensiones sin dejar de atender a sus estrechas conexiones con la naturaleza externa y con su propia condición interna. Él nos dejó en herencia un tratado que sorprende por su modernidad, el "Libro del cuidado de la salud durante las estaciones del año", llamado también "Libro de Higiene", en el que desarrolla de manera sistemática las costumbres y el orden de vida que cada cual debe poner en práctica, conforme a su constitución, para mantener una buena salud o recuperarla si la ha perdido. Es un tratado de medicina preventiva escrito de forma clara y concisa, cuyas directrices avalan las ideas que la medicina integral ha recuperado y puesto de moda hoy en día. Citamos a continuación un párrafo del libro en el que se puede ver su intencionalidad y apreciar su estilo:
 
"Lo he ordenado de la manera más manejable para el lector, con el fin de que pueda disfrutar de las maravillas y secretos de la naturaleza, pueda conocer las fuerzas e influencias de las causas remotas, procure la conservación de la salud según las cuatro estaciones del año y los diferentes tiempos, se deje aconsejar de la sabiduría del Misericordioso y su lectura establezca el régimen del cuerpo que le aconsejará como el criterio de un amigo, para que no necesite de la ayuda del médico."
 
 
 
 
 
 
La obra, que es el prototipo de los manuales de medicina vigentes en esa época, se compone de dos partes complementarias, pero que pueden abordarse de manera independiente. En la primera parte nuestro autor estudia de forma exhaustiva las causas de las estaciones y su naturaleza intrínseca, además de los componentes fisiológicos del cuerpo humano. Por otro lado se detiene con detalle en las cosas que no pertenecen al cuerpo, lo que llama las seis "cosas no naturales" pero que resultan imprescindibles para la vida y cuyo control está, sin embargo, en nuestras manos, es decir cosas que podemos manipular (al menos hasta cierto punto) para condicionar su influjo en nuestro bienestar. Tales cosas externas y necesarias son: el aire, el alimento, la evacuación, el sueño y la vigilia, el movimiento y el reposo y el movimiento anímico.
 
La segunda parte es de carácter práctico y en ella se indica el régimen más apropiado para cada una de las estaciones, atendiendo a la complexión individual. La dietética, es decir la sabia disposición de todos los factores que acabamos de enumerar, constituye el fundamento de la prevención de la salud y la base del tratamiento -o todo el tratamiento- cuando la salud se ha alterado.
 
De entre las seis "cosas no naturales" Ibn al-Jatib hace hincapié especial en dos de ellas, construyendo con ambas un eje central sobre el que se articula su concepción: el alimento y el movimiento.
 
Una observación detallada le lleva a concluir que los pájaros y las fieras enferman raramente y que ello se debe a la combinación de estos dos factores:
 
1. No comen en exceso.
 
2. Se mueven mucho en su hábitat natural.
 
Aquí tenemos unos criterios sencillos y de validez universal a los que conviene acomodar nuestra conducta si queremos preservar la salud.
 
 
 
 
 
El hombre, al igual que los animales, se alimenta y transforma lo que come en energía para desarrollarse y actuar. Es obvio que el alimento es una necesidad cuya función consiste en sustituir las partes del cuerpo que se desintegran y disuelven a consecuencia de su actividad, de donde se infiere que el alimento idóneo para compensar la pérdida de lo que se ha disuelto debe ser afín a la propia naturaleza del cuerpo.
 
Las especies animales están dotadas de un instinto que les permite distinguir mediante la vista y el olfato, los alimentos que les son beneficiosos o dañinos. El ser humano carece de este instinto, pero posee un intelecto y una capacidad de observación y reflexión que le sirve para aprender a seleccionar lo que le es favorable y desechar lo que le resulta perjudicial, de tal modo que puede moler, cocinar y hacer múltiples preparaciones para que el alimento le beneficie al máximo. Para lograr este fin ha de nutrirse con carnes, féculas, semillas, frutas y hortalizas, sustancias todas ellas que mejor se asimilan a su naturaleza e impulsar una digestión óptima comiendo en calma, en las horas frescas del día, cuidando de que la masticación sea perfecta y de que los alimentos húmedos y laxantes entren en el cuerpo en primer lugar.
 
No obstante, tras cada digestión y evacuación queda un pequeño resto que se va acumulando, ciertas secreciones que quedan adheridas a las células y para cuya eliminación es necesario el ejercicio físico. Gracias al calor que el ejercicio genera se disuelven tales acúmulos y el movimiento que lo acompaña facilita la expulsión de las substancias ya disueltas. En consecuencia, nada mejor que el ejercicio físico para limpiar el organismo.
 
Enérgico o suave, poco o mucho, cada persona ha de encontrar la cantidad y el tipo de movimiento que conviene a su constitución. En cualquier caso, el andar de forma moderada es el ejercicio más excelente y fácil y no perjudica a nadie. Montar a caballo también es bueno, si alguien puede hacerlo. No olvidemos que si un órgano hace mucho movimiento se fortalece y que al caminar es el cuerpo entero el que participa por igual, de modo que esa actividad beneficia simultáneamente a los distintos miembros y órganos. Si se hace antes de dormir preserva la salud y ayuda a conciliar el sueño.
 
Puesto que estamos en el umbral del verano nos parece oportuno resumir las consideraciones que para esta estación establece el gran médico hispano-árabe.
 
 
 
 
 
Aire
 
Lo primero a tener en cuenta es que el aire que respiramos rodea a nuestro cuerpo y es para él como el agua para los peces. Por lo tanto, debe ser lo más puro y suave posible, sin vapores y en continuo movimiento. Los lugares estrechos situados cerca de pantanos, malezas o zonas de desperdicio son nocivos.
 
Como la estación veraniega es seca y cálida se debe procurar refrescar y humedecer el ambiente y el cuerpo para contrarrestar su efecto. Para conseguirlo hay que elegir lugares frescos y viviendas orientadas hacia donde sople el aire frío. Rociar las casas con agua y procurar que reine la penumbra para descansar.
 
El baño es sin duda la manera más eficaz de refrescarse y será más frecuente cuanto más intensa sea la estación, lo que hace muy recomendable nadar en estanques o en el mar, así como dar paseos suaves junto a los ríos o albercas.
 
El baño proporciona al cuerpo alegría y goce, por eso muchas personas cantan cuando se bañan.
 
Si los baños se toman en ayunas, adelgazan. Después de las comidas, engordan.
 
Los trajes más apropiados son los de algodón, lino, seda y otros géneros delgados.
 
 
 
 
 
Comida
 
Siempre se aconseja reducir la cantidad de alimentos porque en el verano se enfría el interior del cuerpo en contraste con el exterior y la digestión se hace más difícil.
 
Por otra parte, se puede refrescar la comida tomando sólo platos de verduras propias de la temporada y sustituyendo las carnes por pescados frescos a los que se acompañará con yogur, cuajada o queso tierno. Si se toma carne mejor que sea ligera, de pollo o cordero joven, con pocas especias.
 
Las especias son estupendos alimentos medicinales, pero el exceso de calidez no las hace aconsejables para esta época.
 
Es preferible la fruta que refresca como peras, ciruelas, pepinos, manzanas, melocotones, albaricoques, sandías y melones, pero siempre cuidando de no excederse.
 
Conviene aumentar el consumo de agrios como el limón, los vinagres y la fruta verde. Si el estómago se inflama por haber tomado demasiado alimento ligero, se puede corregir esta condición tomando sopas o platos elaborados con masas.
 
Se tomarán pocos dulces y simples, de miel y almendras.
 
El pan es un alimento excelente si está hecho de trigo de calidad, sin impurezas y bien cocido.
Las gachas de leche en pequeña cantidad son también recomendables.
 
 
 
 
Bebida
 
Tomar agua fresca en cantidad moderada antes de comer.
Como jarabes aromáticos se recomiendan el mosto o zumo de uva sin fermentar, oximiel puro mezclado con agua caliente, zumo de limón con miel o azúcar y granada amarga.
Nada se puede comparar al jugo de sandía con oximiel que es la mejor de las bebidas.
El oximiel es una composición que se prepara cociendo brevemente dos partes de miel y una de vinagre, si es posible de manzana.
Si se precisa un laxante tomar jarabe de ciruelas.
 
 
 
 
Aromas
 
Son adecuados todos los perfumes equilibrados que contienen sustancias refrescantes o esencias de flores como rosas, violetas y flores de mirto. El agua de rosas es excelente.
 
 
Ejercicio
 
En esta estación hay que rebajar la cantidad de deporte o ejercicio físico y procurar hacerlo en los momentos mejores que son las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde. Ya hemos mencionado nadar y pasear como lo más apropiado.
 
 
 
 
 
Otras actividades
 
El coito se incluye dentro del apartado de la evacuación y se hace una relación de sus efectos saludables que son: dar vitalidad al espíritu, calmar la cólera, aligerar la pesadez de cabeza, restablecer el pensamiento que el exceso de vapores ha alterado y sosegar la pasión oculta.
 
Por el contrario, no se aconseja efectuarlo cuando se está triste así como cuando el cuerpo está muy debilitado o convaleciente de alguna enfermedad.
 
Durante el verano se recomienda practicar el coito en momentos tranquilos y equilibrados, con los humores en calma, así como dormir algo más de lo habitual.
 
En cuanto a tertulias y conversaciones se deben evitar aquellas que alteran demasiado el ánimo y provocan desorden interno porque dan lugar a un aumento exagerado del calor. En cambio los temas literarios o de viajes y las charlas intranscendentes refrescan y relajan.
 
Las melodías graves, el batir de palmas, el murmullo del agua y de los árboles constituyen la mejor música.
 
Además de estas normas generales cada individuo ha de tener en cuenta su complexión interna, saber reconocer la forma de ser propia de su organismo y acostumbrarse a respetar sus peculiaridades, ya que ni el verano ni ningún otro factor ejerce una influencia idéntica sobre todas las personas, siempre se presentan variantes particulares que es necesario tener en consideración. A este respecto recuerda Ibn al-Jatib que el hábito llega a constituir en nosotros una segunda naturaleza.
 
Estas consideraciones dietéticas van encaminadas a promover el máximo bienestar y armonía de la persona y confiamos en que sean claras y útiles para lograr tal propósito de perfeccionamiento.
 
 

 
Bibliografía
 
IBN AL-JATIB, Libro del cuidado de la salud durante las estaciones del año o "Libro de Higiene". Edición, estudio y traducción de María de la Concepción Vázquez de Benito. Universidad de Salamanca 1984.
LAIN ENTRALGO P., Historia de la Medicina, Barcelona 1978.
Este texto fue firmado por Sabora Uribe como Umm Hanif
 
 
 
 
 
 
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