7/3/15

Aforismos de Hipócrates VI






101. Reinan durante el estío las enfermedades primaverales y además fiebres continuas y ardientes, muchas tercianas y cuartanas, vómitos, diarreas, oftalmias, dolores de oídos, aftas, úlceras pútridas de los órganos genitales y sudores.
102. En el otoño dominan, además de algunas enfermedades propias del estío, las fiebres cuartanas y erráticas, los infartos del hígado, del bazo, hidropesías, tisis, estrangurias, lienterias, disenterías, ciáticas, anginas, asmas, vólvulos, epilepsias, insanias y melancolías.,
103. Son frecuentes en el invierno las pleuresías, perineumonías, letargos, corizas, ronqueras, toses, pleurodinias, lumbagos, cefalalgias, vértigos y apoplejías.
104. Ved lo que ocurre respecto a las edades: en la infancia primera suelen padecerse insomnios, terrores, aftas, vómitos, toses, inflamaciones umbilicales y otorreas.
105. Cuando llega la época de la dentición, sobreviene prurito e hinchazón de las encías, fiebres, convulsiones, diarreas, sobre todo al romper los colmillos, principalmente si los niños están robustos y padecen estreñimiento.
106. En edad un poco más avanzada, sobrevienen las inflamaciones tonsilares, la luxación anterior de la segunda vértebra cervical, el asma, los cálculos, las lombrices y ascárides, las verrugas pediculadas, la satiriasis, la estranguria, las escrófulas, las paperas y tumores, y, principalmente, los referidos.
107. Cuando la edad es algo más proyecta y los niños se acercan a la pubertad, se hallan expuestos a todas las enfermedades antedichas y además a largas fiebres y epistaxis o fluxiones sanguíneas.
108. Júzganse en general las enfermedades de  los niños, unas a los cuarenta días, otras a los siete meses, algunas a los siete años y bastantes llegan hasta la pubertad. Las que no terminen para esa época o, en las niñas, al presentarse la menstruación, suelen prolongarse indefinidamente.
109. Se hallan los jóvenes expuestos a padecer esputos sanguíneos, tisis, fiebres agudas, epilepsia y otras dolencias, aunque principalmente las nombradas.
110. Más tarde, o sea en la edad adulta, se observan asmas, pleuresías, perineumonías, letargos, frenitis, calenturas ardientes, diarreas crónicas, cólera, disentería, lienteria y hemorroides.
111. Y la vejez acarrea la disnea, las toses catarrales, las estrangurias, disurias, dolores articulares, nefritis, vértigos, apoplejías, caquexias, picazones, insomnios, laxitudes de vientre, fluxiones de ojos y nariz, debilidad de la vista, cataratas y entorpecimientos del oído.
112. Conveniente es purgar a las mujeres embarazadas si hay turgencia, desde el cuarto al séptimo mes, aunque menos en esta última época. Antes o después, hay que tener mucho cuidado para no perjudicar al feto.
113. Con purgantes debe limpiarse el cuerpo de aquellas materias cuya expulsión espontánea es útil y, contrariamente, suprimir cualquiera otra evacuación que no se hiciese de esta suerte.
114. Si la evacuación de los humores es normal, se hará fácilmente. Muy difícilmente en el caso contrario.
115. En verano conviene evacuar por la vía superior y en invierno por la inferior.
116. Antes de la canícula y durante ellas son las evacuaciones penosas.
117. Los sujetos delgados y propensos al vómito deben purgarse prudentemente por arriba en invierno.
118. Quienes vomitan con dificultad y tienen constitución endeble, deben purgarse por la vía inferior; pero con circunspección en estío.
119. En los tísicos no debe provocarse el vómito.
120. Convendrá purgar por la vía inferior copiosamente a los melancólicos. Por la misma razón ha de evitarse lo contrario.
121. En las enfermedades muy agudas si hay turgencia de materias, habrá que purgar en el mismo día. Dilatarlo sería peligroso.
122. Cuando se presentan dolores y retorcimientos hacia la región umbilical y lumbar, que no ceden a los purgantes ni a otros remedios, acaban en hidropesía seca.
123. Es malo purgar a los lientéricos por vía superior durante el invierno.
124. Antes de administrar el eléboro a los individuos que vomitan con dificultad, es preciso darles una alimentación abundante y copiosa y descanso.
125. Será mayor la acción del eléboro si quien lo toma hace después ejercicio; con sueño y quietud será, pues, menor el beneficio. Esto lo declara y comprueba también la navegación, cuyo movimiento altera las vísceras.
126. Para aumentar la acción y fuerza del eléboro, debe moverse el cuerpo, y para disminuirla, prescribirle sueño y la quietud.
127. Para aquellos que tienen las carnes sanas es el eléboro perjudicial, pues provoca convulsiones.
128. La flojedad y hastío, el dolor de mordedura en el estómago, los vértigos tenebrosos y el amargor de boca, cuando no les acompaña calentura, indican la necesidad de un vomitivo.
129. Cuando los dolores situados por encima del diafragma requieren purgantes, ha de ser por la vía superior. Los situados debajo de este órgano, denotan la necesidad de evacuar por la inferior.
130. Aquellos que durante el efecto de los purgantes no experimentasen sed, seguirán evacuando hasta sentirla.
131. Los sujetos que no teniendo calentura sienten retortijones de vientre, flojedad en las rodillas y dolores lumbares, necesitan purgarse por la vía inferior.
132. Las deyecciones negras, semejantes a la sangre venosa, espontáneamente producidas, con fiebre y sin fiebre, son pésimas. Y serán peores cuanto más este calor se acentúe. Si fuesen efecto de un purgante, no era ciertamente tan grave el mal y mucho menos si estos colores dominan en ellas.
133. Cualquiera enfermedad que comienza con vómitos o deyecciones de bilis negras, es letal.
134. Cualquier individuo, atacado de enfermedad aguda o crónica por heridas, o que, por cualquiera otra causa, se hallare extenuado, si le sobrevienen evacuaciones atrabiliarias o de materias parecidas a la sangre negra, morirá al día siguiente.
135. Toda disentería que comienza por atrabilis es mortal.
136. La evacuación de sangre por las vías superiores, sea cualquiera, es siempre mala. Por las inferiores, sin embargo, puede ser conveniente.
137. Cuando un disentérico expele en las deyecciones carúnculos, su fin está próximo.
138. Quienes, a consecuencia de fiebre, han perdido bastante sangre, en la convalecencia sufren diarreas.
139. En aquellos que tienen evacuaciones biliosas, éstas cesan cuando sobreviene sordera, y, por el contrario, cuando ésta existe, se corrige si esas evacuaciones se presentan.
140. En aquellos a quienes sobrevienen escalofríos al sexto día de la fiebre, la crisis será difícil.
141. Si en las enfermedades con paroxismo acomete al siguiente día la fiebre a igual hora que el anterior, será la crisis laboriosa.
142. La laxitud en las fiebres, en las articulaciones y, principalmente, cerca de las mandíbulas, anuncian absceso.
143. Pero si alguna parte doliere, antes de declararse la enfermedad, allí tendrá ésta su asiento.
144. Si a quienes acaban de salir de una enfermedad doliere alguna parte del cuerpo, allí se formará un absceso.
145. La repentina sofocación, cuando no hay tumor en las fauces, que sobreviene en el curso de una fiebre, es mortal.
146. Si, durante una fiebre, el cuello pareciese como dislocarse de pronto y la deglución se hiciese imposible, no existiendo tumor, el signo es mortal.
147. Si apareciesen en los febricantes sudores, buenos son en el vientre en el día tercero, quinto, séptimo, noveno, undécimo, décimo cuarto, décimo séptimo, vigésimo primero, trigésimo y trigésimo cuarto; entonces acaban las enfermedades. Pero si se presentasen en otros días, anuncian graves síntomas, enfermedades largas y recaídas.
148. Los sudores fríos en cualquier aguda fiebre son mortales, en las menos intensas, significan que la enfermedad ha de ser larga.
149. En aquella parte del cuerpo donde se manifiestan el calor o el frío, allí está la enfermedad.
150. Allí donde está el sudor se indica donde la enfermedad reside.






151. Los cambios que se verifican en todo el cuerpo pasando rápidamente del calor al frío o mudando súbitamente de color, denotan que la enfermedad ha de ser larga.
152. El sudor abundante durante el sueño, sin cansa manifiesta, denota una alimentación excesiva. Mas, si esto ocurre cuando hay abstinencia o dieta, indica la necesidad de evacuar el vientre.
153. El mucho sudor, frío o caliente, pero siempre abundante, es señal, si es frío, de enfermedad grave, si es cálido, de dolencia leve.
154. Las fiebres que no son intermitentes y aumentan al tercer día, haciéndose intensas, son muy peligrosas. Pero, si se hacen intermitentes, cesa el peligro.
155. Las fiebres muy largas traen consigo tumores o dolores articulares.
156. Si tras largas fiebres sobrevienen tumores en las articulaciones, esto suele depender del exceso de alimentación.
157. Los escalofríos que sobrevienen en una fiebre, no intermitente, cuando el enfermo ya está débil, son mortales.
158. En las fiebres no intermitentes, los esputos lívidos, sanguinolentos, fétidos y biliosos, son malos; pero, si no tienen este carácter, son buenos.
Otro tanto ocurre con las evacuaciones de vientre y de orina; pero si no se evacua lo que estorba, o se suprimen antes de la purgación, el síntoma es deplorable.
159. En las fiebres intermitentes, el enfriarse las extremidades o alguna otra parte exterior, permaneciendo ardorosos los órganos internos y habiendo sed, es signo de muerte.
160. En las fiebres continuas, si el labio, la boca, el ojo o la nariz se pervierten en su posición y el enfermo pierde la vista y el oído estando ya muy débil, la aparición de uno de estos síntomas denota que la muerte está cercana.
161. Donde, existiendo fiebre continua, aparece delirio y disnea, anuncian la muerte.
162. En las fiebres, los abscesos que no se resuelven en los primeros días, anuncian enfermedad larga.
163. En las fiebres, nada anuncian de malo las lágrimas involuntarias, pero las voluntarias son muy mal síntoma.
164. En los enfermos que teniendo fiebre presentan los dientes recubiertos de una mucosidad viscosa, el padecimiento se agrava.
165. Quienes durante el proceso de una fiebre ardiente tienen tos seca con poca irritación, no padecen sed.
166. Todas las fiebres bubónicas son malas, excepto las efímeras.
167. El sudor que sobreviene en fiebre que no remite, es de mal agüero. Anuncia que la enfermedad será larga y que existe exceso de humores en el enfermo.
168. La calentura que sobreviene a los que padecen convulsiones o tétanos, les cura.
169. En las fiebres ardientes, si sobreviene el frío soluciona la enfermedad.
170. La terciana típica se juzga en un setenario.
171. Cuando aparece, durante una fiebre, sordera, hemorragia por las narices o diarrea, la enfermedad se cura
172. Suele repetir toda fiebre que cesa en día paro que no es crítico.
173. Cuando en las fiebres se presenta ictericia, antes del séptimo día el síntoma es malo.
174. Cuando en las fiebres aparece el frío todos los días, tiene la crisis lugar diariamente.
175. Cuando en el séptimo día de fiebre o en el noveno, o en el undécimo, o en el décimo cuarto sobreviene ictericia, el síntoma es bueno, siempre que esté duro el hipocondrio derecho. En otro caso, no es buena señal.
176. El calor excesivo en el estómago o el dolor de mordedura en el cardias, son en las fiebres malos síntomas.
177. En las fiebres agudas, las convulsiones y los fuertes dolores en las regiones viscerales, son de mal agüero.
178. En las fiebres, el pavor en sueños, o las convulsiones, son malos síntomas.
179. La respiración fatigosa y desigual en las fiebres, es mal síntoma, pues anuncia convulsión próxima.
180. Si en un estado febril, tras una orina espesa, escasa y grumosa aparece otra clara y abundante, mejora el enfermo. Esto principalmente ocurre, cuando desde el principio del mal, o poco después, se presenta algún sedimento.
181. Cuando la orina es turbia y parecida a la de los jumentos, durante el curso de una fiebre, es signo de que los dolores de cabeza existen o sobrevendrán.
182. Cuando las enfermedades se juzgan al día séptimo, en el cuarto, se presenta en la orina una mancha nubosa y rojiza, con los demás signos acostumbrados.
183. La opina blanca y transparente es mala; sobre todo, cuando se observa en la frenitis.
184. Cuando se elevan los hipocondrios con borborigmos y sobreviene, dolor en la región lumbar, es de esperar que sobrevenga diarrea, a menos que ventosee mucho el enfermo u orine abundantemente. Esto es lo que ocurre en las fiebres.
185. Los que están en espera de algún absceso crítico, en las articulaciones, se libran de él, cuando hay un flujo abundante de orina blanca y espesa como acontece en el cuarto día de fiebre cuando va acompañada de cansancio. Si, luego, se presentase derrame de sangra por la nariz, la enfermedad quedará resuelta más prontamente.
186. Cuando en la orina se expele sangre o pus, esto significa que existe ulceración en los riñones.
187. Las pequeñas carúnculas y filamentos, semejantes a pelos que se presentan en la orina espesa, tienen en los riñones su origen.
188. La orina espesa y furfurácea indica que puede existir alguna afección prósica en la vejiga.
189. La expulsión de sangre en la orina espontáneamente, es señal de rotura de alguna vena de los riñones.
190. Las arenillas que aparecen en la orina denuncien cálculos en la vejiga.
191. Orina y sangre y grumos, cuando hay estranguria y dolor en el hipogastrio y perineo, denota hallarse dañada la vejiga y sus partes circundantes.
192. Si en la orina aparece sangre o escamas pequeñas, con olor fétido, esto denota que hay ulceración en la vejiga.
193. Cuando en la uretra se forma un tubérculo, si revienta y supura, queda curado.
194. La orina abundante por la noche, indica que las evacuaciones de vientre son escasas.
195. La convulsión producida por el eléboro, es mortal.
196. La convulsión que sobreviene a una herida, es mortal.
197. Son graves síntomas la convulsión o el hipo, tras una hemorragia excesiva.
198. La convulsión o el hipo que sobrevienen a una purgación excesiva son fatales.
199. Si quien está ebrio enmudece de pronto, morirá de convulsiones, a menos que le sobrevenga calentura o vuelva a adquirir el habla, cuando la embriaguez cese.

200. Los que son atacados por el tétanos, perecen en cuatro días; pero si pasan de este plazo sanan.







Aforismos de Hipócrates V




74. Mejor soportan los débiles y los ancianos los trabajos a que se hallan acostumbrados que los jóvenes y robustos que no están habituados a ellos.
75. Los hábitos inveterados, aun cuando sean perjudiciales, ocasionan menos daño que las cosas no acostumbradas. Conviene, pues, habituarse paulatinamente a lo insólito.
76. Muy peligroso es evacuar, llenar, calentar, enfriar o promover cualquier otro cambio violento en el cuerpo. Todo exceso es a la Naturaleza contrario. Lo que se va haciendo poco a poco no presenta peligro, bien pasando de un hábito a otro o de cualquiera otra manera.
77. Todo lo que se hace conforme a razón y no eventualmente, como un tratamiento indicado, debe continuarse, aun cuando no produjere efecto, en tanto que la indicación persiste.
78. Salen mejor librados de sus dolencias los que de jóvenes son laxos de vientre que los que le tienen estreñido; en cambio, en la vejez, resecándose éste, lo pasan peor.
79. La estatura aventajada da gentileza y gallardía a la juventud. Para la vejez es incómoda y tiene muchos inconvenientes.
80. Lo que causa más enfermedades es el cambio de estaciones. Y en estos tiempos las producen mucho más los rápidos cambios de calor o frío u otros análogos.
81. Hay temperamentos, a los cuales prueba mejor el invierno que el estío; y a la inversa.
82. Algunas enfermedades se desarrollan bien o mal, según estaciones. Ocurre lo mismo, según la edad, el clima o la alimentación.
83. En una estación, sea cualquiera, si se observa en el mismo día tan pronto calor como frío, procede esperar la aparición de alguna enfermedad otoñal.
84. Los vientos del Mediodía, no sólo debilitan el oído, obscurecen la vista y ponen pesada la cabeza, sino que, si mucho tiempo duran, se observa en los enfermos su pernicioso influjo. Si, en cambio, sopla el Aquilón (Norte), sobrevienen toses, males de garganta, constipación, disuria, escalofríos, dolores de costado y de pecho. Y, si mucho dura, hay que esperar en las enfermedades análogos accidentes.
85. Cuando a la primavera el estío es semejante, hay que esperar grandes sudores en las fiebres.
86. En tiempo de sequía, se presentan muchas fiebres agudas; y sí la mayor parte del año ocurre lo mismo, conviene esperar semejantes dolencias.
87. En tiempo constante, cuando las circunstancias propias de cada estación se suceden en orden regular, las enfermedades que entonces se presentan, siguen su proceso normal y terminan felizmente, pero cuando el tiempo cambia ocurre lo propio a aquélla.
88. Son en otoño muy agudas las enfermedades y muy graves. Por el contrario, la primavera es la estación más saludable y menos letal.
89. El otoño para los tísicos es funesto.
90. En lo que respecta a las estaciones del año, si el invierno es seco y dominan ciertos vientos del Norte y la primavera lluviosa con vientos del Mediodía, vendrán con el verano fiebres agudas, oftalmias, disenterías, que atacarán principalmente a las mujeres y a los que un de débil constitución.
91. Mas si el invierno fuere lluvioso y templado y reinasen vientos del Sur y la primavera seca y con vientos del Norte, las mujeres que debieran parir en la primera abortarán con la menor ocasión; y las que lleguen a ir a su tiempo, tendrán probablemente hijos enfermizos y débiles que, o morirán tempranamente, o se criarán enfermizos y valetudinarios. Por lo demás, se presentan disenterías, oftalmias secas y catarro, que hacen perecer a los viejos facilísimamente.
92. Si el verano es seco y sopla, al Aquilón y el otoño lluvioso y austral, se observarán en el invierno inmediato jaquecas, toses, ronqueras, corizas y también tisis.
93. Pero si fuere el otoño frío y seco será favorable a los linfáticos y a las mujeres. Los demás estarán expuestos a padecer oftalmias secas, fiebres agudas, corizas pertinaces y algunos también afecciones melancólicas.
94. De las constituciones anuales, el tiempo seco este más saludable y menos letal que el lluvioso.
95. Las enfermedades que más frecuentemente se observan en tiempos de lluvia son fiebres de larga duración, diarreas, gangrenas, epilepsias, apoplejías y anginas.
96. En los muy secos se padece tisis, oftalmias, dolores articulares, disurias y disenterías.
97. En cuanto a lo que respecta a las constituciones diurnas, las frías y secas dan más vigor al cuerpo y agilidad, buen color y finura de oído, aunque resecan el vientre e irritan los ojos. Aquellos en quienes preexistían dolores torácicos les sienten más agudos. Por el contrario, los vientos del Mediodía, relajan y aflojan el cuerpo, debilitan el oído, ponen pesada la cabeza, obscurecen la vista y producen pesadez en el cuerpo y laxitud en el vientre.
98. También según los tiempos, los niños y jóvenes se encuentran perfectamente en primavera y al entrar el verano y parte del otoño, y los adultos en lo restante del otoño y el invierno.
99. Preséntanse, en verdad, las enfermedades en todas las épocas del año; pero, no obstante, hay algunas que se presentan y agravan más comúnmente en ciertas épocas.

100. Insanias, melancolías, accidentes epilépticos, hemorragias, anginas, corizas, ronqueras, toses, lepra, empeines, manchas lívidas, son propias de la primavera, como asimismo pústulas, úlceras, tubérculos y dolores articulares.



26/4/12

Aforismos de Hipócrates IV



53. Cuando en las fiebres de alguna importancia permanezca el cuerpo en el mismo estado, sin sufrir detrimento alguno, o cuando se extenúe con exceso, lo observado constituye un mal síntoma. Lo primero anuncia una enfermedad larga y lo segundo una debilidad extrema.
54. Al comenzar las enfermedades debe hacerse cuanto fuere preciso; pero, una vez llegadas a su desarrollo, lo más prudente es no hacer nada.
55. Al principio y al fin de los procedimientos todo es débil, pero en su apogeo, todo es vehemencia.
56. Malo es que un convaleciente coma bien y no recobre las fuerzas.
57. Quienes al principio de una enfermedad comen con gusto y apetito, sin que les aproveche, llegan al último a perderle; lo contrario ocurre a los que tienen aversión al alimento y le pierden después; más fáciles serán de curar:
58. Buen signo es en toda enfermedad conservar despejada la inteligencia y estar dispuesto a hacer o tomar lo que se ofrezca. Lo contrario es mala señal.
59. Peligran menos en las enfermedades aquellos enfermos cuya dolencia está en relación con su temperamento, edad, hábito y época que aquellos en quienes esto no sucede.
60. Es en todas las enfermedades buena señal que las regiones umbilical e hipogástrica conserven su robustez; y, por el contrario, muy mala que estas partes aparezcan flacas y extenuadas; este último estado es igualmente mal signo cuando hay evacuaciones albinas.
61. Quienes teniendo el cuerpo sano toman medicamentos purgantes se debilitan, lo mismo que las personas que hacen uso de malos alimentos.
62. Los que tienen el cuerpo sano, sobrellevan difícilmente los purgantes.
63. Deben ser preferidos aquellos alimentos y bebidas agradables, aunque no fueren tan sanas, a los mejores, pero no tan gratos.
64. Suelen padecer los ancianos menos enfermedades que los jóvenes. En cambio, las que les acometen se hacen crónicas y muchas veces mortales.
65. Los catarros y corizas de los ancianos, nunca se curan completamente.
66. Quienes súbita y frecuentemente, sin manifiesta causa, padecen profundos desmayos, mueren de repente.
67. La apoplejía fulminante es imposible de curar; y aun, en verdad, no es fácil de curar la menos intensa.
68. Los ahogados, estrangulados y acometidos de muerte aparente, si tienen espuma en la boca, no vuelven a la vida.
69. Los obesos están más expuestos a muerte repentina que los delgados.
70. Los niños que padecen de epilepsia, se curan con el cambio de edad, de costumbres, de vida, clima y región.
71. Si dos dolores se presentan a un tiempo en diferentes partes del cuerpo, el más fuerte, hace que no se sienta el otro.
72. El dolor y la calentara son mayores durante la formación del pus que después de formado.
73. Una vez que el ejercicio corporal llega a ser penoso, ningún remedio es tan rápido y eficaz como el descanso.



8/3/12

AFORISMOS DE HIPOCRATES III




37. Las impurezas que quedan en las enfermedades después de las crisis, suelen producir recaídas.
38. La noche que precede a una crisis, es generalmente de exacerbación grave; pero la siguiente suele ser tranquila y buen signo.
39. Todo cambio en la naturaleza de las deyecciones; en los flujos de vientre, es beneficioso, cuando no los empeora.
40. Cuando las fauces están doloridas y el cuerpo aparece cubierto de tumorcillos, conviene examinar las evacuaciones; si fueran biliosas, el padecimiento es del cuerpo todo pero, si son naturales, es bueno y nada peligroso recetar alimentos.
41. No conviene trabajar al hambriento.
42. El tratamiento de algunas enfermedades pone de manifiesto que el tomar de una vez mayor cantidad de alimentos de lo que la Naturaleza tolera, produce alteraciones graves en la salud.
43. Aquellos alimentos que pronto confortan y rápidamente nutren, pronto también son expelidos.
44. No siempre es seguro el pronóstico en las enfermedades agudas, sea de muerte o de sanidad.






45. Quienes tienen laxo el vientre en la juventud, se estriñen conforme avanzan en edad; por el contrario, los estreñidos le tienen suelto en la vejez.

46. El vino quita el hambre.

47. Las enfermedades que proceden de plenitud se curan mediante evacuaciones; las que nacen de evacuación por la replexión; otras se curan asimismo por sus contrarios.

48. En catorce días está hecho el proceso de las enfermedades agudas.

49. El cuarto día es indicador del séptimo; da el octavo principio a la semana siguiente; ha de observarse el undécimo, que es el cuarto de este segundo período; asimismo debe atenderse al décimo-séptimo, que es el cuarto de la tercera semana y el siete contando desde el once.

50. Son, por lo general, las cuartanas, de duración corta en el verano y muy larga en el otoño y especialmente cuando se presentan al comenzar el invierno.

51. Mejor es que después de la convulsión, suceda la fiebre, que no que preceda ésta a la
convulsión.

52. No es prudente fiar con demasía en inesperados alivios, ni temer con exceso los malos
síntomas que sobrevienen sin justificación. Estos cambios son, por lo común, poco duraderos y no suelen permanecer.







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