53. Cuando en las fiebres de alguna importancia permanezca el cuerpo en el mismo estado, sin sufrir detrimento alguno, o cuando se extenúe con exceso, lo observado constituye un mal síntoma. Lo primero anuncia una enfermedad larga y lo segundo una debilidad extrema.
54. Al comenzar las enfermedades debe hacerse cuanto fuere preciso; pero, una vez llegadas a su desarrollo, lo más prudente es no hacer nada.
55. Al principio y al fin de los procedimientos todo es débil, pero en su apogeo, todo es vehemencia.
56. Malo es que un convaleciente coma bien y no recobre las fuerzas.
57. Quienes al principio de una enfermedad comen con gusto y apetito, sin que les aproveche, llegan al último a perderle; lo contrario ocurre a los que tienen aversión al alimento y le pierden después; más fáciles serán de curar:
58. Buen signo es en toda enfermedad conservar despejada la inteligencia y estar dispuesto a hacer o tomar lo que se ofrezca. Lo contrario es mala señal.
59. Peligran menos en las enfermedades aquellos enfermos cuya dolencia está en relación con su temperamento, edad, hábito y época que aquellos en quienes esto no sucede.
60. Es en todas las enfermedades buena señal que las regiones umbilical e hipogástrica conserven su robustez; y, por el contrario, muy mala que estas partes aparezcan flacas y extenuadas; este último estado es igualmente mal signo cuando hay evacuaciones albinas.
61. Quienes teniendo el cuerpo sano toman medicamentos purgantes se debilitan, lo mismo que las personas que hacen uso de malos alimentos.
62. Los que tienen el cuerpo sano, sobrellevan difícilmente los purgantes.
63. Deben ser preferidos aquellos alimentos y bebidas agradables, aunque no fueren tan sanas, a los mejores, pero no tan gratos.
64. Suelen padecer los ancianos menos enfermedades que los jóvenes. En cambio, las que les acometen se hacen crónicas y muchas veces mortales.
65. Los catarros y corizas de los ancianos, nunca se curan completamente.
66. Quienes súbita y frecuentemente, sin manifiesta causa, padecen profundos desmayos, mueren de repente.
67. La apoplejía fulminante es imposible de curar; y aun, en verdad, no es fácil de curar la menos intensa.
68. Los ahogados, estrangulados y acometidos de muerte aparente, si tienen espuma en la boca, no vuelven a la vida.
69. Los obesos están más expuestos a muerte repentina que los delgados.
70. Los niños que padecen de epilepsia, se curan con el cambio de edad, de costumbres, de vida, clima y región.
71. Si dos dolores se presentan a un tiempo en diferentes partes del cuerpo, el más fuerte, hace que no se sienta el otro.
72. El dolor y la calentara son mayores durante la formación del pus que después de formado.
73. Una vez que el ejercicio corporal llega a ser penoso, ningún remedio es tan rápido y eficaz como el descanso.
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